sábado, 25 de abril de 2020

Memoria de los mártires sevillanos del 36

Los balances de asesinatos y pérdidas de patrimonio artístico e histórico religioso, reflejan una persecución perfectamente diseñada y ejecutada en el territorio nacional. Los datos son estremecedores en la Archidiócesis de Sevilla, tanto de sacerdotes, religiosos, seminaristas y seglares mártires, como de pérdidas materiales, artísticas e históricas. Sevilla tuvo el protomártir de la Iglesia, el padre José Vigil Cabrerizo, asesinado con infinita crueldad el 18 de julio de 1936. El mártir, hasta ahora penosamente olvidado, dio testimonio de santidad. Lo que se le niega todavía como resumen de la barbarie que impera en tantos corazones. Han pasado casi ochenta años de aquellos asesinatos y todavía suenan voces que niegan el martirio y afirman que fueron muertes fortuitas.
Durante más de treinta años de investigaciones, fuimos recogiendo documentación y testimonios orales sobre la persecución religiosa y la guerra civil española, más los antecedentes republicanos y las represiones posteriores en Sevilla. Como resultado de aquel trabajo, que continúa abierto y recibiendo nuevas aportaciones que confirman y amplían lo escrito entonces, escribimos el libro “Sevilla fue la clave”, publicado en 1992 por el editor José Rodríguez Castillejo, después de que otras editoriales declinaran su publicación por razones ideológicas.
Lo que entonces escribimos sobre el martirio del sacerdote José Vigil Cabrerizo, protomártir de la Iglesia española, sigue vigente. Para la Iglesia sevillana hasta ahora no ha llegado el momento de valorar el martirio y muerte santa de este modesto cura. Menos aún, incluso la lápida que recordaba su martirio, mandada colocar por el Arzobispado de Sevilla en 1938, ha sido recientemente [primeros años ochenta] quitada de su lugar en la nave central del templo parroquial de San Jerónimo y relegada a un pasillo interior. Donde, encima, se ha colocado un cartel de publicidad del Caribe para ocultarla [finales del siglo XX].
En dicha lápida, hoy gastada por los efectos del tiempo, aún puede leerse el siguiente texto: “Diligite inimicos vestros”. A la buena memoria del señor Don José Vigil Cabrerizo, Presbítero, Capellán rector de esta iglesia de San Jerónimo, gravemente herido por los impíos en la persecución marxista en la calle Conde de Ibarra la tarde del 18 de julio de 1936, y que consumó su heroico sacrificio al siguiente día, después de perdonar generosamente a sus verdugos y de rogar a sus padres [y hermanas] que también los perdonaran, imitando las lecciones del Divino Maestro. “Exemplum enim dedi vobis” (Joan. XIII-15)”.
Decíamos en “Sevilla fue la clave” (Editorial Castillejo, 1992, página 548): “Cuando parte de la Iglesia española parece avergonzarse de su pasado y se comporta pasivamente en asuntos de tanta trascendencia como la causa de beatificación de los mártires de la Guerra de España, es oportuno recuperar del olvido al primer sacerdote mártir del 18 de julio de 1936, el joven y humilde párroco de San Jerónimo (Sevilla), José Vigil Cabrerizo, asesinado a las seis de la tarde de ese mismo día, en la calle Conde de Ybarra”.
“Ni Sevilla como ciudad, ni la Iglesia como institución, han tenido para este sacerdote mártir, muerto perdonando a sus verdugos, el más mínimo recuerdo público. Lo primero que hizo la primera Corporación democrática, a propuesta de los comunistas, fue dedicar una avenida a Carlos Marx, olvidándose de hombres de izquierdas sevillanos como Pepe Díaz Ramos, Saturnino Barneto, Melchor García, Antonio Ariza o Diego Martínez Barrio. Pero José Vigil Cabrerizo fue olvidado por el Régimen anterior, por el actual y por la propia Iglesia sevillana”.
“Bien es verdad que, según su fe, tampoco le hace falta ningún reconocimiento oficial. El murió en la sala de Nuestra Señora del Pilar del Hospital de las Cinco Llagas, después de ser martirizado, perdonando a sus asesinos y exigiéndoles a sus padres y hermanas que también los perdonaran. Y sus últimas palabras fueron para ofrecer su vida por la salvación de España”.
“Cuando el Santo Padre Juan Pablo II anunció la apertura de causas de beatificación para algunos de los sacerdotes y religiosos martirizados por el Frente Popular durante la Guerra de España, surgieron voces contrarias. Las razones para la negativa, medio siglo después de los acontecimientos, fueron expuestas por personas vinculadas a los partidos de izquierda y, sorprendentemente, a la misma Iglesia española. Los marxistas no aceptan que los católicos recuerden a sus mártires, lo que parece lógico en la medida que las beatificaciones recuerdan que fueron cruelmente asesinados por ellos, sin más justificación que la de ser personas de fe. Pero resulta dolorosamente incomprensible, que dentro de la propia Iglesia haya personas que también se opongan a la beatificación, para no abrir, dicen, antiguas heridas. ¡Qué pronto han olvidado la pastoral de compromiso de la Iglesia española de 1937!
Los mártires católicos del período 1931-1939 han vuelto a morir... Entonces fueron víctimas de las balas asesinas disparadas por el odio; ahora, por la ignorancia, la ingratitud y la cobardía”.
En la relación oficial de procesos canónicos pendientes en la Congregación de los Santos del Vaticano, enviados hasta 1989 por las respectivas diócesis españolas afectadas por la persecución religiosa, no figura el sacerdote José Vigil Cabrerizo ni los sacerdotes, frailes y seminaristas inmolados en la archidiócesis sevillana durante la guerra civil española, con excepción de los cinco hermanos salesianos citados en una relación de veintidós víctimas del citado Instituto. De manera que la Archidiócesis de Sevilla, que fue una de las primeras de España en iniciar los trámites para conocer los efectos de la persecución religiosa en su territorio, por mandato del cardenal arzobispo Pedro Segura y Sáenz [En carta pastoral fechada el 15 de diciembre de 1937], ha quedado descolgada del grupo formado por treinta y cuatro diócesis españolas presentes en los documentos publicados por la Congregación de los Santos en 1985 y ampliados en 1989. La única vinculación sevillana con estos procesos canónicos es a través de los expedientes cumplimentados por cuenta del Instituto Salesiano.
Por lo tanto, del conjunto de treinta y seis víctimas vinculadas a Sevilla, treinta fueron asesinadas en el territorio archidiocesano, y han permanecido olvidadas hasta ahora. En realidad, solo veintiuna personas son las ahora reconocidas, pero en nuestros libros queda constancia de que fueron treinta seis. 

beatifican a 16 andaluces mártires 36

16 andaluces (uno laico), reconocidos como mártires: asesinados en 1936 y 1937 en Granada y Málaga

Hay una exposición sobre mártires de Granada en la catedral -los cuadros son de los obispos de Guadix y Almería, de origen granadino, asesinados en 1936
Hay una exposición sobre mártires de Granada en la catedral -los cuadros son de los obispos de Guadix y Almería, de origen grana
dino, asesinados en 1936



Pablo J. Ginés/ReL      29 noviembre 2019
https://www.religionenlibertad.com/contactar.html?idarticulo=395587593




 

La Santa Sede ha difundido este 29 de noviembre la promulgación del decreto que beatifica a 16 andaluces asesinados en la persecución antirreligiosa de 1936 (alguno también en 1937), en la provincia de Granada y la de Málaga. Casi todos eran clérigos. Miguel Romero Rojas era un sacerdote recién ordenado y Antonio Caba Pozo era un seminarista. El único laico de la lista es José Muñoz Calvo, que era responsable de las juventudes de Acción Católica en Alhama. Da nombre al grupo el arcipreste de Loja, Cayetano Giménez Martín.
Varios de ellos descansaron en fosas comunes en la provincia de Granada hasta 1959, cuando fueron trasladadas fosas enteras al Valle de los Caídos. Es el caso, por ejemplo, del sacerdote Francisco Morales Valenzuela y del laico José Muñoz, ambos asesinados en Alhama.
La lista de los 16 mártires que podrán ser beatificados es:
- Cayetano Giménez Martín, párroco de la Encarnación y arcipreste de Loja
- José Becerra Sánchez, presbítero
- José Jiménez Reyes, sacerdote coadjuntor de Santa Catalina y encargado de Riofrío
- Pedro Ruiz de Valdivia, arcipreste de Alhama de Granada
- Francisco Morales Valenzuela, sacerdote nacido y martirizado en Alhama de Granada
- José Frías Ruiz, sacerdote coadjutor de Alhama de Granada
- Manuel Vázquez Alfalla, sacerdote mártir de Motril
- Ramón Cervilla Luis, sacerdote mártir de Almuñécar
- Lorenzo Palomino Villaescusa, sacerdote mártir de Salobreña
- José Rescalvo Ruiz, sacerdote mártir de Cádiar
- Manuel Vilches Montalvo, sacerdote mártir de Iznalloz
- José María Polo Rejón, sacerdote mártir de Arenas del Rey
- Juan Bazaga Palacios, sacerdote mártir de La Herradura
- Antonio Caba Pozo, seminarista, mártir de Lanjarón
- Miguel Romero Rojas, recién ordenado sacerdote y mártir de Coín.
- José Muñoz Calvo, laico, de Acción Católica en Alhama
Las historias de sus martirios están recogidas por el sacerdote Santiago Hoces en su libro “Cayetano Jiménez Martín y compañeros, mártires granadinos de 1936”, editado en 2000 por la Curia Diocesana de Granada, en el que recoge la foto y biografía de Ruiz de Valdivia, así como de otras víctimas de Alhama. 
Muchos asesinos venían de fuera
Las historias de violencia y muerte presentan algunas variedades. Lo más frecuente es que los asesinos fueran de otros pueblos, que no conocieran a los que iban a matar. Por ejemplo, Ana Morales Palazón, la sobrina de Francisco Morales Valenzuela, sacerdote de 55 años nacido y asesinado en Alhama, explica que fue primero detenido por unos milicianos desconocidos que no eran de Alhama el 27 de julio de 1936 (diez días de empezar la guerra), que los llevaron a la plaza del Mercado e intentaron asesinarlo, pero allí desistieron y lo llevaron a la cárcel. Cuando el 1 de agosto se abrió la puerta de la cárcel fue cuando le asesinaron.
Destrucción iconoclasta el día de Santiago
En Alhama había precedentes claros de violencia. En mayo de 1932 ya se había derribado una cruz del paseo público. En 1933 se había despedido al maestro Eduardo Morales Larios por tener un crucifijo en la escuela. Lo matarían el 25 de julio, y descansa en el Valle de los Caídos. Ese 25 de julio, fiesta de Santiago Apóstol, los anticlericales saquearon todas las iglesias y ermitas de Alhama y fueron confiscadas para uso "revolucionario". La iglesia de la Encarnación se destinó a alojamiento de personas y animales y sus campanas llevadas a Málaga para fundirlas y hacer metralla. La iglesia del Carmen fue destinada a "Casa del Pueblo". El convento de San Diego, saqueado y arrasado. La ermita de los Remedios, convertida en almacén y vivienda, arrancados retablos y altares y derribada la cruz de piedra ante la portada. En la iglesia de las Angustias destruyeron los retablos, la mesa de altar y se perdieron las imágenes. La ermita de la Virgen de la Peña, saqueada y cerrada. La ermita de los Ángeles, saqueada y su imagen lanzada al río.
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La Iglesia de la Encarnación en Alhama de Granada
Los asesinos y destructores venían de Málaga
Pedro Ruiz de Valdivia, que era de Huétor Vega, llegó el 7 de mayo a Alhama como nuevo párroco. Tenía 65 años. Ejerció poco. El día 21, en torno a las ocho de la noche, se presentaron en la casa del párroco media docena de hombres con pistolas diciendo que “venían a por él para llevarlo a la cárcel”. Aunque estaba enfermo, se lo llevaron. Al día siguiente fue detenido el laico José Frías y su hijo, el sacerdote José Frías Ruiz, coadjutor de la parroquia. También detuvieron a José Muñoz, presidente de Acción Católica y a otros vecinos.
El 25 de julio, a las cinco de la tarde, llegaron a Alhama varios camiones de anticlericales llegados de Málaga, que se dedicaron a destrozar las iglesias. El 30 de julio, a las dos de la tarde, otras brigadas de milicianos llegadas de Málaga se llevaron a los 30 presos. Los fusilaron en el puente de la Lancha. El párroco nuevo pidió hablar, según recogieron testigos: "los mismos rojos se conmovieron y algunos querían perdonar la vida; otros se opusieron y se decidió su muerte”.
"Que se escapa el cura, venid corriendo"
Otras fuentes detallan que ambos José Frías (el laico y su hijo sacerdote) fueron fusilados con otros 3 presos pero el joven cura, sangrando por muchas heridas, sobrevivió y pidió ayuda a un campesino que pasaba por allí, pero éste gritó a los milicianos: "¡Que se escapa el cura, venid corriendo!". Al oír el aviso, los escopeteros que vigilaban las entradas del pueblo acudieron y le remataron con dos tiros.
Juan Bazaga Palacios era natural de Benamargosa y tenía 33 años cuando fue asesinado. El 1 de agosto fue asesinado con su protector, el sacerdote don Francisco Gámez Fernández, en el lugar llamado "Rosal de Fuente Santa", junto al río Iznate, perteneciente a Benamocarra, según testigos que lo vieron y documento del Alcalde y secretario de Benamocarra. Su cadáver fue enterrado primero en el Cementerio de San Rafael de Málaga, y después, tras su exhumación el dia 1 de diciembre de 1941, sus restos fueron depositados en la cripta de la Catedral de Málaga.
Un antiguo amigo le hizo cavar su tumba
Miguel Romero Rojas tenía 25 años. Fue detenido el 4 de agosto, a los veintiséis días de su primera misa, en su domicilio familiar en Coín. Un camión conducido por un amigo de la niñez, ahora "enemigo de clase", lo trasladó al lugar denominado "Fuente del Sol", en las cercanías de Alhaurín el Grande.
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El mártir Miguel Romero, detenido 26 días después 
de su primera misa; le hicieron cavar su tumba
Allí su antiguo amigo le entregó pico y pala para que excavara un hoyo, pero él, por el calor, se agotó y no pudo terminarlo. Los verdugos parece que se ensañaron con varias torturas. Primero lo introdujeron vivo dejando fuera la cabeza y el brazo izquierdo y pidiéndole que saludara con el puño cerrado, el saludo comunista. Como no lo hacía, el jefe montó a caballo y pasó a galope sobre la víctima varias veces, para que las herraduras le golpeasen la cabeza, pero el animal lo esquivaba, así que el miliciano se hartó y le disparó en la cabeza.
El seminarista de 22 años
El caso del seminarista Antonio Caba Pozo, que nació y murió en Lanjarón con 22 años, es un poco más confuso. Antonio formaba parte de un grupo de presos que los anticlericales estaban trasladando el 21 de julio, nerviosos porque se acercaban las tropas del bando sublevado. Según parece, las tropas nacionales les interceptaron y unos y otros dispararon. En el caos, casi todos los presos lograron huir (incluyendo el párroco, José Barea Fernández, que quedó herido), "pero murieron los dos que no habían intentado la fuga: el médico del pueblo y el joven seminarista. El siervo de Dios había recibido en el cráneo y en el rostro una descarga de perdigones que le dejaron inconsciente y muy malherido", escribe Santiago Hoces. Algunos querrían atribuir su muerte a una bala perdida, pero los perdigones muestran que quienes le dispararon de cerca eran milicianos, y no eran balas perdidas de fusil militar como usaban los sublevados. Fue tratado en el Hospital de San Juan de Granada, pero no se le pudo salvar la vida.

miércoles, 15 de abril de 2020

Serán Beatos 27 mártires de la Guerra civil española

Serán Beatos 27 mártires de la Guerra civil española

La Iglesia tendrá dentro de poco 28 nuevos Beatos, asesinados en su mayoría por odio a la fe durante la guerra civil española del siglo pasado. Emblemática la muerte de la Hermana Isabel, asesinada brutalmente a 76 años de edad.
El Papa Francisco recibió ayer al cardenal Angelo Becciu, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, autorizando al Dicasterio a promulgar los Decretos concernientes 28 próximos Beatos y 6 nuevos Venerables Siervos de Dios. Entre los Beatos se encuentran 27 mártires, asesinados por odio a la fe entre 1936 y 1937 durante la guerra civil española: Ángel Marina Álvarez y 19 compañeros mártires de la Orden los Frailes Predicadores, Juan Aguilar Donis y 4 compañeros de la misma Orden, Fructuoso Pérez Márquez, fiel laico de la tercera orden de Santo Domingo e Isabel Sánchez Romero (Ascensión de San José), monja profesa de la Orden de Santo Domingo.

El martirio de la hermana Isabel a 76 años de edad

La historia de la religiosa española Isabel Sánchez Romero describe la fe de los tantos mártires de ayer y de hoy. Isabel nació en 1860 en una zona de campo de Huéscar, en Andalucía. A los 17 años entra en el monasterio de las Hermanas Dominicas. Como monja profesa toma el nombre de Ascensión de San José.  Obediente, silenciosa, trabajadora y humilde, Isabel sufría de una enfermedad rara que cubría su cuerpo con llagas, pero nadie la escuchó lamentarse. En 1936 estalló la guerra civil en España. Pronto comenzó la persecución de los católicos. El 15 de febrero de 1937 Isabel fue arrestada. Tenía 76 años. En la cárcel fue insultada y golpeada por milicianos republicanos, sin importar su edad. Quieren obligarla a blasfemar y ella responde con jaculatorias. Al día siguiente tiene que subir a la camioneta con los otros prisioneros para ser transportados al cementerio, donde encontrará su fin. No puede levantarse, así que la tiran como a un saco en el vehículo. Cuando llegan a su destino, los milicianos disparan a los prisioneros, uno por uno, mientras que los demás se ven obligados a esperar su turno. La hermana Isabel ve morir a su sobrino Florencio; sigue negándose a blasfemar. Reza hasta el final. Pusieron su cabeza sobre una piedra y con otra piedra le machacaron el cráneo. Era el 16 de febrero de 1937.

La hermana Maria Luigia del Santísimo Sacramento

Entre los nuevos Beatos se encuentra también la religiosa italiana Maria Luigia del Santísimo Sacramento (Maria Velotti). Nacida en Soccavo, cerca de Nápoles, el 16 noviembre 1826, fundó el Instituto  de las Hermanas Franciscanas Adoratrices de la Santa Cruz (1826-1886) estableciendo la Casa Madre en Casoria, en cuya capilla descansan sus restos mortales.

Los seis nuevos Venerables Siervos de Dios

Con el reconocimiento de las virtudes heroicas, se convierten en Venerables Siervos de Dios: Vincenzo Maria Morelli, italiano, de la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos, Arzobispo de Otranto (1741-1812); Carlo Angelo Sonzini, sacerdote diocesano italiano, fundador de la Congregación de las Hermanas Siervas de San José (1878-1957); Americo Monteiro de Aguiar, sacerdote diocesano portugués (1887-1956); Giulio Facibeni, sacerdote diocesano italiano (1884-1958); Gregorio Tommaso Suárez Fernández, sacerdote profeso español de la Orden de San Agustín (1915-1949); Maria de los Ángeles de Santa Teresa (en el siglo: Dináh Amorim), religiosa profesa brasileña del Instituto de las Hijas de María de las Escuelas Pías (1917-1988)